Se lamentaba en cierta ocasión un discípulo y
amigo del gran pintor don Ignacio Zuloaga, de no saber resolver
a su entera satisfacción las dificultades que le presentaba el
dibujo y pintura de las manos de sus figuras, con éstas o
parecidas palabras: «Don Ignacio, estoy muy disgustado; las
manos no me salen». A lo que contestó el maestro: «Pero ¿quién
te has creído que eres para que te salgan bien las manos? ¿No
sabes que a mí tampoco me salen? »
Claro está que esta respuesta del maestro era exagerada, puesto
que él dibujaba y pintaba muy bien las manos de sus figuras,
aunque seguramente no a su entera satisfacción. Sea como fuese,
quiso hacer notar con su respuesta las enormes dificultades que
presenta la perfecta realización de las manos; y cualquiera que
dibuje figura o intente dibujarla, podrá darse cuenta
palpablemente de cuánta razón tenía el maestro.
Uno de los principales defectos que presentan las manos de las
figuras realizadas por principiantes, es su pequeñez. Hay que
tener en cuenta que las manos de los adultos son tan largas como
la cara, cosa que podemos comprobar apoyando la palma de una de
nuestras manos abierta sobre la cara en posición vertical, y
veremos que si hacemos coincidir el arranque de la palma con el
mentón, el extremo de los dedos llegará hasta el final de la
frente.
Otro de los defectos en que suele caer el principiante es la
rigidez e igualdad de los dedos de sus figuras, hasta el
extremo, que suelen recordar el poco agradable aspecto de un
tenedor. En primer lugar, debemos tener presente que los dedos
no son rectos, puesto que los huesos de la mano son curvados
hacia dentro excepto los de los extremos de los dedos, o sea las
falangetas, que lo son hacia afuera.
También podemos observar, con sólo contemplar
una de nuestras manos, que los dedos índice, anular y meñique
tienden a curvarse ligeramente hacia el dedo cordial o de en
medio, que suele ser el más recto.
Ninguno de los cinco dedos tiene la misma medida, y silos
doblamos sobre la palma, observaremos que desde el extremo de
los dedos hasta el arranque de la mano suele quedar una
distancia de unos tres centímetros. Cuando accionamos nuestras
manos en la conversación, en el trabajo o en cualquier acto de
nuestra vida, y también en el reposo, si las observamos veremos
que sus dedos jamás se comportan de un modo rígido y con una
igualdad entre sí, sino que, por el contrario, a pesar de
hallarse unidos gozan de una cierta armónica y relativa
independencia, sobre todo el pulgar, que puede decirse tiene
vida propia, y que el carecer de falange le sitúa más cerca de
la muñeca que el resto de sus hermanos. También el índice tiene
una cierta independencia, aunque menor que el pulgar, siendo los
otros tres los que guardan una mayor relación.
Todas estas cosas y otras muchas podemos estudiarlas de un modo
más evidente en los dibujos que damos a continuación, y si con
ello consigo ayudar en algo a los principiantes a la resolución
de alguna de las muchas dificultades que ofrece el dibujo de las
manos de nuestras figuras,, y que tanta importancia tienen para
expresar sus distintos estados de ánimo, el reposo o la
actividad, así como su clase social y también su temperamento, y
como complemento el correcto dibujo de la figura, me daré por
satisfecho.
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